Los bonos del Tesoro estadounidense, emitidos por el Departamento del Tesoro de EE. UU., gozan de gran reputación por su elevada seguridad y liquidez, lo que los sitúa como activos refugio de referencia a escala global. Invertir en estos instrumentos mediante ETFs permite a los inversores acceder a una cartera diversificada de bonos con costes reducidos y operaciones flexibles, constituyendo una excelente vía de entrada para quienes se inician en el sector.
De cara a 2025, se prevé que los rendimientos de los bonos del Tesoro de EE. UU. registren descensos a corto plazo y mantengan una volatilidad persistente a largo plazo. Los rendimientos a corto plazo han disminuido por las expectativas de recortes de los tipos de interés, mientras que los de largo plazo siguen siendo inestables debido a factores como la inflación y la política fiscal. Ante este escenario, los inversores suelen distribuir sus fondos entre ETFs del Tesoro de distintos vencimientos para equilibrar la rentabilidad y gestionar el riesgo de manera más eficaz.
Los inversores noveles pueden diversificar su capital entre ETFs de corto y medio plazo, lo que favorece la construcción de una cartera robusta y estable. En caso de anticipar una bajada relevante de los tipos de interés, conviene plantear un aumento estratégico de la exposición a ETFs de largo plazo. Es fundamental analizar los gastos de gestión de los ETFs y optar siempre por alternativas de bajo coste con el fin de maximizar la rentabilidad a largo plazo.
Aunque los ETFs de bonos del Tesoro de EE. UU. suelen ser estables, están sujetos a riesgos de tipos de interés, inflación y divisa. Los bonos a largo plazo muestran especial sensibilidad a las variaciones de tipos y pueden registrar oscilaciones de precio pronunciadas. Se recomienda revisar periódicamente la tolerancia al riesgo y el contexto de mercado para ajustar la distribución de ETFs y evitar concentraciones excesivas en un único producto.